Las chauchas maduras (oscuras o claras, según la variedad) del algarrobo permiten obtener una harina muy dulce, con sabor bastante parecido al cacao y con muchas propiedades nutricionales y terapéuticas. En la composición de la harina de algarroba se destaca la presencia de un 40-50% de azúcares naturales (fructuosa, glucosa, maltosa y sacarosa). Esto evita la adición de azúcar, cosa que sí requiere el cacao por su sabor amargo. Posee mucho hierro (más que el hígado vacuno), calcio (más que la leche), magnesio, fósforo, cinc, silicio, manganeso y cobre, destacándose por su gran contenido de potasio y bajo contenido de sodio. A nivel vitaminas, tiene buena presencia de A, B1, B2, B3, C y D. Además no posee gluten (es apta para celíacos) y posee pocas grasas (3%), pero de excelente calidad. Otro aspecto importante de la algarroba es su riqueza en fibra, sea cuantitativa (13%) que cualitativamente (posee fibras solubles, como pectina y lignina). Esto aporta benéficos efectos a la flora intestinal. Otro componente importante de la algarroba es el tanino, antes considerado producto tóxico y hoy revalorizado dentro del grupo de los polifenoles, con virtudes antioxidantes y protectoras: evitan la formación de cancerígenas nitrosaminas, refuerzan los capilares, son antinflamatorios, antirreumáticos y benéficos para el corazón y los riñones.
Ahora que ya conocés un poco más sobre el ingrediente “estrella” de hoy, vamos a poner manos a la obra. Para empezar hay que mezclar 2 huevos con 1 taza de azúcar, ½ taza de aceite neutro y 1 manzana chica rallada. Perfumar con vainilla y ralladura de naranja y agregar 1 pote chico de yogur natural o de vainilla (de 125 grs), 1 taza de harina de algarroba y 1 taza de harina de trigo, con 2 cditas. de polvo leudante. Volcar en un molde de budín lubricado y enharinado y cocinar en horno moderado por 50 minutos a 1 hora (sí, tarda bastante porque es muy húmedo). Si te gusta, le podés agregar frutas secas.
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