Así
como en la vida, en la cocina nada se tira, todo se transforma. Es muy común
que cuando preparamos arroz, ya sea como guarnición o para comer algo rápido,
nos sobre y termine olvidado en la heladera hasta apelmarzarse al punto tal de
que su único destino posible sea el tacho de basura. Bueno, saben que yo no soy
partidaria de los desperdicios, y menos en los tiempos que corren, así que hace
tiempo que decidí empezar a convertir ese resto de arroz en una especie de risotto
improvisado, y realmente el resultado es algo delicioso, como la myoría de los “reciclados
culinarios”. Lo único que hago es volcar el arroz en una olla o sartén, agregar
un poco de caldo o agua y calentar a fuego mínimo, revolviendo constantemente
hasta que absorba todo el líquido y tome textura cremosa. Se le pueden agregar
verduras, trocitos de pollo, etc…y para terminarlo podés optar por manteca y
queso, que sería su versión clásica, o ir por el camino más saludabe y solo
usar aceite de oliva. En este caso yo le agregué rúcula, ralladura de limón y
aceite de oliva virgen extra.
Se
puede hacer con cualquier variedad de arroz, pero lo ideal son los de grano
corto, que tienen más almidón. Si es integral, que sea japónica (el que se
conoce como yamaní), el que usé yo.
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