Esta vez les propongo aprovechar los pomelos rosados o “rojos”, como le llaman ahora, que están muy lindos y se consiguen a buen precio. No se asusten por que para este dulce no se necesitan ni gasitas con semillas, ni reposos eternos, solo un poquito de paciencia.
Primero tenemos que lavar bien los pomelos y retirarles la cáscara dejando la pulpa a la vista, lo que se llama pelar “a vivo”. Las cáscaras las hervimos (con lo blanco incluido) por una hora aproximadamente. Mientras, sacamos las semillas y los hollejos gruesos y separamos los gajos de la fruta (si quedan grandes mejor). Cuando las cáscaras están listas, las colamos y las cortamos bien finitas con un cuchillo afilado. No es necesario utilizar toda la cáscara, yo generalmente uso la mitad, para que la mermelada sea más sutil. Juntamos la pulpa con las cáscaras y pesamos todo; lo ponemos en una olla con un 80% de su peso de azúcar y dos vasos de agua por kilo de fruta. Cocinamos hasta que tome punto. Ojo!, que este dulce parece un poco líquido cuando está caliente, pero en cuanto se enfría toma mucha consistencia, así que les recomiendo ir probando el punto en un platito para que no se pase. Si les llegara a quedar demasiado duro, le agregan un poco de agua, lo disuelven unos minutos al fuego y listo!
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