Después de años de hacer varios intentos fallidos por
encontrar una combinación de quesos que se asemeje al sabor y la consistencia
del “Mascarpone” (que, por la cantidad que debería usar para un postre
familiar, mi bolsillo no me aconseja comprar), descubrí que la mejor opción es
conseguir una buena ricota cremosa y procesarla, hagan la prueba, no se van a
arrepentir.
Lo primero que tenemos que hacer es separar la yemas de la
claras de 4 huevos. Colocamos las yemas
con 50 grs. de azúcar en un recipiente apto para el fuego y las llevamos a
fuego bajo o baño maría batiendo enérgicamente hasta que se empalidezcan y
tomen una consistencia espesa. Las retiramos y las reservamos.
Para preparar el relleno mezclamos 1kg de ricota (procesada)
con 100 grs. de azúcar, agregamos las yemas y por último las claras batidas a nieve con 50 grs de azúcar,
las cuales vamos a incorporar en forma envolvente para que la preparación quede
lo más aireada posible. Reservamos esta “crema de queso” en la heladera.
Después vamos a cubrir la base de una fuente o molde
(aproximadamente de 30 por 20, donde se presentará el postre) con vainillas,
colocando la parte azucarada hacia abajo. Mojamos las vainillas con un café
bien fuerte y sin azúcar, controlando que todas queden muy bien embebidas.
Distribuimos sobre ellas la mitad del relleno y volvemos a cubrir con vainillas
y a remojarlas muy bien con el café. Finalmente terminamos con una última capa
de relleno. Llevamos a la heladera y en el momento de servir espolvoreamos con
café molido o cacao amargo (si te gusta podés usar capuchino en polvo). Lo
ideal es hacer el postre con un día de antelación, ya que adquiere una mejor
consistencia y se concentran más los sabores.
Rinde entre 10 y 15 porciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario