Les cuento
que hace un tiempo estoy incursionando en la cocina crudi-vegana, o sea,
recetas sin derivados animales, y muchas de ellas, sin cocción. Empecé a
investigar por un mero requerimiento profesional (o comercial), y fui
descubriendo nuevas técnicas, ingredientes y recetas que me sorprendieron y que
pueden aplicarse a la dieta de cualquier “omnívoro” como yo. No voy a detenerme
a explicar de qué se trata este tipo de alimentación porque hay mucha
información disponible para quien esté ávido de este conocimiento, pero sí me
gustaría ir compartiendo con ustedes algunas de las recetas que voy probando,
para derribar un poco el mito de que lo vegano, o lo crudo (no sé porque la
moda lo rotula como “raw” si estamos en Argentina) tiende a ser aburrido e
insulso.
Hoy les voy
a pasar la receta para hacer unas galletitas súper crocantes que no llevan ni
harina, ni huevo, solo semillas, agua, un toque de aceite y condimentos. Los
crudívoros las secan en sus hornos deshidratadores (cuya temperatura no supera
los 45°), pero nosotros las podemos hacer en nuestro horno convencional y quedan increíbles!
Hay que
mezclar 1 taza de semillas de girasol con 3/4 tazas de semillas de lino (ambas
molidas lo más fino posible), 1 cda. sopera de aceite de oliva, condimentos a
gusto (sal, orégano, pimentón, ajo en polvo, etc…) y agregar agua hasta formar
una pasta que te permita untarla sobre una placa. Con la ayuda de una cuchara o
tus manos humedecidas con agua formar
una capa de esta pasta sobre la placa previamente lubricada. Marcar la forma de
las galletitas con un cuchillo sin llegar atravesar del todo la masa. Llevar a
horno medio, cuando los bordes se empiezan a dorar, dar vuelta con la ayuda de
una espátula y volver al horno hasta que esté sequitas. No se tienen que dorar
porque si no se ponen amargas.